El valle de los Caídos

Mi historia era simple, demasiado simple. Yo no era más que una de las dos niñas mimadas de la familia Himura, una de las familias más poderosas e impresentables de todo el mundo adelante. Pero, ¿podía haber alguien que creyese que el dinero otorga el poder? En el momento en que padre y madre me contaron que querían que sucediese a la familia al cargo de todas las grandes empresas, eché a reír, con ganas de demostrarles lo bien que protege el dinero la existencia.

No obstante, decidí que era mejor fugarme cuando tuviese la oportunidad, pues siempre podría volver a casa a por dinero cuando tuviese un apuro. En ese justo momento, a la idiota de Atsuko se le ocurrió la magnífica idea de juntar de nuevo a nuestros enemistados padres... La única sorpresa fue que funcionó y que, para tener tiempo para ellos, nos mandaron a una Academia militar.

Por supuesto, mi ambición llegaba más lejos que a ser un miembro de La Guardia, yo tenía mayores metas en la vida. Quizás fue por eso, que cuando mi hermana y yo llegamos a la entrada, le dejé una carta de despedida en la mochila y la mandé subir por el castillo de primera. Me negué a una libertad encadenada... Me marché de allí, lo más rápido que me dejaron las piernas y me integré en un poblado de asesinos, mercenarios en su mayoría.
Y en mercenaria fue justamente en lo que me convertí, y en cazadora. De lo mejorcito fui, al parecer, pues dinero nunca me faltó, ni fama, ni placer. Sin embargo, era una existencia vacía, sin propósito. Llevaba demasiado tiempo matando sin comprender el porqué... Ya todo carecía de sentido. Me estaba perdiendo a mi misma por el camino que había elegido y tenía que rectificar. Visité a una vieja adivina del poblado, quien me dijo: <Pronto, tu vida entera dará un giro. Te verás involucrada en una salvaje guerra por el dominio de mundo. Ya no serás un soldado sin alma ni destino. Y en el fragor de la batalla, descubrirás por fin que, no estarás sola>.

Unos días después, como si esa anciana tuviese la razón en su predicción y no hubiese azar en ello, un sobre de un rojo precioso llegó a mi cabaña. Al parecer, me tenía que dirigir hacia un cierto y "espléndido castillo" para hablar con un "magnánimo anfitrión". La intriga pudo conmigo y... aquí estoy, en busca de un castillo enorme que se encuentra en las proximidades, en busca de las personas que van a cambiar mi vida. Un propósito para mi vida. Suena como un sueño hecho realidad.