Guerreros del averno
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Mini-hospital

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Mensaje  Nyna Phylicks Miér Jul 28, 2010 8:06 pm

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¿Desmayo?¿Traumatismo craneal?¿Estado catatónico? Pues hospitalízate, no lo dudes. Y bueno, si lo que pasa es que no tienes mucha idea de donde dejar tu pj durante tu ausencia...puedes fingir un ataque de epilepsia. Bueno, yo solamente doy ideas xDDD
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Mensaje  Nix Ianthe Lun Mar 07, 2011 9:29 am

Nada más llegar a la academia, lo que a Nix se le había ocurrido antes de empezar fue el recorrer el Castillo completamente, conociéndolo y memorizándolo para su futuro en él. Llevaba, como de costumbre, sus cabellos violetas recogido en su típico peinado propio, algo que en el pasado hubiera sido casi imposible que hubiera hecho, ya que no le solía gustar atarlo, pero que ahora casi no podía vivir de otra manera. Ahora tenía una razón muy personal, lo cual por extraño que pareciese, la hacía comportarse así.

Era bastante reservada, por lo que había procurado no encontrarse con nadie durante su paseo, aunque de vez en cuando había tenido que desviar su trayectoria, lo cual hizo que la muchacha se perdiese algunas cuentas veces. Pero, con esas pérdidas, lo que hizo fue conocer mejor aún el lugar. Ahora, acababa de llegar a la enfermería, lugar que no dudaba que iba a visitar bastante, lo cual le pareció genial que la hubiese encontrado tan rápidamente.
"Bien, es fácil... no hay problema" Pensó, entrando dentro del lugar. Los armarios parecían estar llenos de cosas realmente útiles para casi cualquier enfermedad o dolencia, algo que le venía de perlas. Cerró su ojo para soltar un tenue suspiro, y se tumbó en una de las camillas. Necesitaba descansar por el viaje a la Academia, estaba terriblemente agotada, y su cuerpo no podría soportar tanto ejercicio en un solo día. La huída la había dejado exhausta, a pesar de que caminaba apoyándose en su tridente.
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Mensaje  Sanaki D´ Ors Miér Mar 09, 2011 1:42 am

Llegué a la enfermería en busca de una cura. Ese maldito león que me acompañaba siempre a todas partes me había hecho tropezar. ¡Si sería zoquete! Ya debería de sentirse privilegiado por el mero hecho de que acpetase llevarlo conmigo. Todos eran unos desagradecidos. Bueno, o, al menos, lo eran en todos lados. Aquí... No podía saberlo. Todavía no conocía a nadie. Absolutamente a nadie. Pero bueno, seguro que ya todos me conocían a mi Cool

El broche de mi pecho lucía de color negro, el que adoptaba siempre que me sentía especialmente cansada. Como ahora mismo. Me hubiese tumbado en una cama de la enfermería y puesto a dormir, de inmediato, pero, yo, Sanaki D´ Ors, no duermo en una cama de poca monta como esta. Precisamente, no me apetecía una cama rígida como una piedra, cuando la de mi habitación estaba muchísimo más acolchada. Si, ya me empezaba a entrar sueño. El maldito broche siempre tenía razón sobre todo, me conocía más que yo misma. Por suerte, nadie era capaz de descifrarlo, pese a que su brillo era inquietante y, por norma general, se hacía notar hasta que la gente terminaba reparando en él.

Decus, el maldito león que me había hecho tropezar, me miraba con expresión tristona, como esperando que le dijese que no pasaba nada
-Oh, vamos, Petardecus, no me mires de ese modo tan patético. Este rasguño en mi preciosa y sedosa piel es por tu culpa. Así que, no pienso perdonarte que me la hayas arruinado. Ten más cuidado la próxima vez -le comenté, con una sonrisa, evidentemente, falsa. Me senté y extendí el brazo donde tenía un rasgazo insignificante, pero que deseaba hacer notar. ¡Pobre de mi! ¡Y pobre de mi piel! Todos deberían de verlo como una tragedia, de eso estaba segura. Especialmente, el león, a quien me dirigí -Ven, y ayúdame a curarme -y, tras ordenar aquello, suspiré, con el brazo todavía extendido y los ojos entrecerrados. Decus, lleno de culpabilidad, me vendó el brazo, sirviéndose de sus dientes y de la fuerza de su mandíbula. Una vez hubo terminado, pasé de él, aunque se hubiese agotado. No me daba pena.
Seguí de largo hasta que llegué hasta el lugar donde se encontraba una chica de aspecto muy singular -horrendamente zarrapastroso- y un parche en un ojo -debía de ser muy violenta y , finalmente, se llevó su merecido escarmiento- cuya presencia había pasado inadvertida a mis ojos
-Hola, ¿cómo va todo? -pregunté, haciéndome la simpática, pese a mi total falta de interés. ¿A mi, realmente, qué me importaba? -Mi nombre es Sanaki. Sanaki D´Ors. Seguramente, ya habrás oído hablar de mi, es natural -le dije, mientras me colocaba el pelo, con chulería. Mi broche se volvió naranja, de egocentrismo, pero lo ignoré. ¿Qué había de malo en quererme, en mi justa medida? -¿Y tú eres...? Me parece que no sueles estar en boca de los demás, tendrás que presentarte por ti misma - le dije, ahorrándome el pedírselo. Lo cierto es que no me extrañaba que no fuese el tipo de persona que daba qué hablar. Daba la impresión de que, si por ella fuera, viviría en una cueva en la que no entrase el sol. Desde luego, si no sabía brillar, no tenía derecho a nada más que a las sombras, eso seguro.

Pasé de largo de ella, hasta darle, medianamente, la espalda. Había un espejo cerca suyo y a él me dirigí. Saqué el maquillaje y comencé a retocarme, para estar todavía más guapa de lo que mi belleza natural ya ofrecía a la vista, aunque, mientras me pintaba, seguía prestándole atención a la chica. Y no era la única. El dichoso león de las narices había ido hacia ella a pegarle un lametón en la mejilla. Luego le señaló la placa de su cuello, donde ponía "Decus Caelestis". Todo un rompecorazones, colega... Rolling Eyes
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Mensaje  Nix Ianthe Miér Mar 09, 2011 4:48 pm

Había comenzando a respirar con dificultad nada más tumbarse en la cama elegida, señal de que había hecho bien en encontrar la enfermería nada más llegar a la Academia. Si, había llegado a pie, y todas sus energías las había dejado en el largo camino recorrido, huyendo de su pasado para refugiarse en el futuro. Y esa carencia de energía se le empezaba a notar, porque su vientre se hundía de una forma verdaderamente extraña e irreal, mientras su respiración se volvía más irregular y agitada. "Onii...chan..." Era como un caluroso abrazo, aunque en realidad no había pasado nada, pero era como si una fuente de energía hubiera inundado cada célula de su ser, otorgándole lo que necesitaba. Su vientre volvió a ser como era normalmente, y ya pudo respirar de forma normal.

Y justo en ese momento, escuchó una voz femenina a su lado. Nix también había pasado por alto a la que resultaba llamarse Sanaki.
"Tsk, mala suerte... ¿qué hago ahora? Tengo compañía" De nuevo, esa especie de abrazo la rodeaba - aunque realmente abrazaba lo que sería su ser, su alma - y le daba el coraje que necesitaba para salir de esta situación. - Normal que nadie sepa quién soy... acabo de llegar^^ Mucho gusto, señorita D`ors, mi nombre es Nix Ianthe >////< - Acabó presentándose, con un ligero rubor inundando sus mejillas, mirando a la pelirrosa con su ojo bien abierto, fijamente.

Tan solo apartó la mirada para mirarse al espejo, otro diferente al que Sanaki estaba usando. El viaje había alborotado, aunque en pequeña medida, sus violáceos cabellos recogidos en un moño un tanto peculiar. Se lo soltó y agarró un pequeño cepillo del pelo del tocador, para peinarlo y dejarlo decente para el recogido, y de nuevo vuelto en ese peinado suyo, con las puntas del cabello hacia arriba. Ella no era para nada coqueta, pero un mínimo de decencia lo tenía todo el mundo, ¿no? :3
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Mensaje  Sanaki D´ Ors Sáb Mar 12, 2011 4:13 pm

Miré hacia la chica, sorprendida de que no me conociese cuando bastante gente de la academia ya había escuchado muchas cosas acerca de mi ilustre persona. Sin embargo, no hice ningún comentario al respecto, pues la pobre era nueva y no parecía tener amigos. Así que, al no tener amigos, no tenía redes de información que le hablasen de quienes eran las personas a las que había que respetar y venerar. En el fondo... No era culpa suya.

Decus se puso a jugar entre mis piernas hasta que le lancé una mirada furibunda. Entonces, fue, disimuladamente, a tumbarse sobre la cama, tratando de fingir que no se había asustado. Maldito el orgullo de los hombres. Algún día todos ellos reconocerían mi grandeza y se inclinarían ante mi.
Un resplandor naranja continuaba emanando de mi broche, para recordarme que estaba siendo demasiado creída, pero no me importaba en absoluto. Yo no tenía la culpa de haber sido concebida como alguien superior. Aún así, al populacho le gustaba que sus líderes fuesen cercanos y naturales en el trato. Por eso, yo debía hablar con la pequeña damita que tenía delante de mi, para ganármela, ya conseguiría de ella lo que necesitase, entonces.

-Así que eres nueva, ¿eh? -pregunté, retóricamente, pues la respuesta ya la conocía. Solo trataba de hacerme la interesante -Qué mala racha la tuya, Miss Iante... Tu llegada ha sido seguida de cerca por la enfermedad. Debes de sentirte muy desdichada -comenté, dejando escapar un suspiro, sincero. La verdad es que estaba pálida y no tenía muy buen aspecto. Casi parecía que, en cualquier momento, sus labios tomarían el color violeta de su cabello. Pero bueno, por suerte, la enfermería era un buen lugar para curarse, así que, sobreviviría. Evidentemente, a mi no me preocupaba. El resplandor naranja aumentaba y disminuía a ratos, alterado por mis ególatras altibajos.

Me fijé en el peinado que se había hecho. Era un recogido, a mi modo de ver, demasiado improvisado y poco adornado. La verdad es que era una chica... algo agraciada, así que le quedarían mejor otro tipo de peinados o, incluso, el incómodo pelo suelto. Saqué mi cepillo y comencé a peinarme el pelo, esta vez todo suelto, para volver a hacerme las coletas que llevaba en los laterales de mi cabeza. Una vez hechas, las sostuve con los lazos que antes llevaba. Me sacudí el pelo, guiñándome un ojo en el espejo, satisfecha. Aunque, no me gustaba ir tan poco arreglada, pese a estar en una academia militar
-¿Sabes? Un día especial o algo por el estilo, deverías dejarme peinarte y, si quieres, arreglarte. Estoy segura de poder explotar todo tu potencial femenino -le sugerí, sin comentar nada al respecto de su ropa, que me horrorizaba sobremanera, pero... ¡No penaba dejarle uno de mis vestidos! Mon Dieu, la plebe no podía vestir tan elegante y distinguida. Ya podían todas irse olvidando, por más que lo soñasen cada noche.


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